Duelo de estrategas

Había podido disfrutar en vivo no sólo en la cancha detrás del alambrado al que creo fue el mejor equipo por juego y resultados de la historia de la ciudad. Al menos por lo que vi y lo que gente mayor comentó en su momento. Además por esas cosas de la vida estuve recorriendo junto a mi hermoso viejo y amigos distintos lugares para lo que fue el armado y contratación de ese gran equipo. Siempre desde un lugar de observador, pero atento a cada palabra, cada adjetivo, halago, cada sonrisa de satisfacción que cada una de esas personas demostraba cuando se cerraban las contrataciones. Estuve cerca de la génesis del Defensores de Miramar que salió más de 5 años consecutivos campeón invicto. Pero esa será otra historia.
Siento que de ese equipo surgieron por "contagio" o trasvasamiento generacional una camada de grandes jugadores de las inferiores, no sólo para Defensores de Miramar sino en todos los clubes. Ese equipo obligó de alguna manera a elevar el nivel de juego, de preparación e incluso desafió a todos los criterios incluso dirigenciales  y llevo a todos a elevar la vara de todo el fútbol local de General Alvarado.
Hoy quiero hablarles de un partido que quedó grabado en mi memoria. Es recurrente en mí buscar siempre duelos como el que presencié ese día en la cancha del vivero dunicola Florentino Ameghino, el estadio municipal. Dos eternos rivales se enfrentaban. Atlético Miramar y Defensores. Rojo versus Azul.
Ambos equipos tenían en sus filas talentos casi como en épocas anteriores. Jugadores de esos que al verlos uno piensa que todo es sencillo. Jugar de primera, a uno o dos toques, los cambios de frente donde se acarica la pelota o bajarla de pecho y tocar. Pero es solo eso, nuestra sensacion y la inspiración que se nos genera al presenciar la belleza de lo para muchos de nosotros no es solo un entretenimiento, un deporte, sino la creación misma, pinceladas de un arte a la vez individual y colectivo.
Esa tarde más que nunca estábamos en la casa de una mis abuelas y por buscar a mi abuelo por su casa, Don Ríos, camino a la cancha. Previo llamado para que estuviese listo, con banqueta y mate.
Sabíamos que iba a ser un día especial. No importaba en que posición de la tabla estaban los equipos. Ese partido generaba emociones por sí mismo. Una linda pica que estaba presente en cada partido, cualquiera sea la división o deporte en que se enfrentarán. Esos días no había otra cosa. Ni carreras de autos, ni fútbol Nacional. Ese día era para el clásico local. Al menos para las dos hinchadas.
Ambos clubes eran "parientes", tenían un ADN en común y como muchos otros por esas cosas de las pasiones que tan humanos demasiado humanos nos hacen alguna vez se distanciaron y dividieron. 
Ese día llegamos más temprano de lo habitual porque ambos equipos invitaban no sólo a los hinchas más seguidores sino incluso a los amantes del fútbol, a esos que ven todos los partidos sin importar que camiseta luzcan los equipos, los que ansían ver la belleza.
Desde los arqueros a los delanteros los dos tenían jugadores exquisitos. Buen trato del balón y una estética en la postura. Fue en ese momento que comenzó el partido que pasó algo increíble. Vi un desafío desde el primer minuto de dos jugadores distintos, de un nivel fuera de los común. Clase, presencia, posicionamiento, como me dijo mi abuelo, stampa de crack. Vi jugar al ajedrez, vi dos estrategas que comandaban a sus equipos sin querer dar ventaja y queriendo sacarla en cada instante.
Muchas veces los desafíos se dan en distintos lugares de la cancha o en situaciones particulares, como pueden ser un buen pateador de Tiros libres contra un arquerazo, un buen cabeceador contra un buen defensor, un habilidoso contra un tiempista, un veloz jugador frente a una defensa que se escalona para poder neutralizarlo. Pero esta vez era algo distinto. Como pocas veces hasta ese momento había presenciado.
Eran dos mediocampistas centrales, dos cincos. Stampa de craks. Desde que entraban a la cancha hasta que salían. Con esa prestancia que destaca al aguerrido y comprometido con el que juega a algo distinto.
El Flaco Gámez y el Feta Alfonso. Dos distintos.
No me olvido jamás de ese partido y su belleza. El resultado no me lo puedo acordar. Acaso nunca importó. Sí la belleza. El fútbol como juego.

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